La Terapia Ocupacional basada en la Teoría de la integración
sensorial puede resultar clave en la intervención terapéutica del niño
hiperactivo. En muchos casos, las dificultades existentes para mantener la
atención, regular el nivel de actividad e/o interactuar adecuadamente con el
ambiente están relacionadas con un problema de integración sensorial, y más
específicamente, con un problema de modulación sensorial.
Los principales síntomas de una
disfunción de modulación sensorial, según Parham y Mailloux (en
Roley,Blanche,Schaaf, 2001), son los siguientes:
1)
dificultades con las habilidades sociales y la participación
en el juego.
2)
poca confianza en uno mismo y falta de autoestima.
3)
dificultades con las actividades de la vida diaria y en el
ámbito escolar.
4)
ansiedad, falta de atención e inadecuada habilidad para
regular las reacciones propias ante los demás.
5)
retraso en el ámbito sensorimotor y en el desarrollo de
habilidades motoras finas y gruesas.
Con una detallada evaluación que
incluye pruebas específicas sobre el procesamiento sensorial, con la observación
del niño en sus diferentes ambientes y con cuestionarios para los padres y
profesores, el terapeuta ocupacional puede identificar los sistemas sensoriales
afectados y preparar un programa de actuación acorde con el perfil sensorial de
cada niño. Las actividades y adaptaciones propuestas por el terapeuta
ocupacional tienen como objetivo nutrir sensorialmente al niño, es decir, son
actividades con una alta carga sensorial, sobre todo en los ámbitos
proprioceptivo, vestibular y táctil. La intervención puede efectuarse en varios
frentes simultáneamente; es decir, por una parte, el niño puede acudir a tratamientos
directos en una clínica que cuente con material de integración sensorial, pero
además, al mismo tiempo, se pueden incorporar a su ámbito familiar y al escolar
actividades y adaptaciones que tengan en cuenta las necesidades sensoriales del
niño.
No todos los niños hiperactivos lo son
por las mismas causas. Para algunos, la hipersensibilidad táctil es el
principal problema; para otros, su hiperactividad tiene primordialmente un origen
vestibular, o bien una combinación de dificultades en varios sistemas
sensoriales. Lo ideal es, sin duda alguna, una evaluación individual realizada
por un terapeuta ocupacional con una formación específica en integración
sensorial, algo que, desgraciadamente, no siempre es posible. En este caso de
no poder contar con un terapeuta ocupacional especializado en integración
sensorial, siempre se pueden aplicar algunas estrategias generales que pueden
ayudar al niño hiperactivo en su adaptación a la clase y al ámbito escolar en
general. A continuación, veremos algunas de estas estrategias.
No debe olvidarse que el sistema
nervioso de los niños que padecen problemas de integración sensorial es menos
estable que el de otros pequeños y que, por ello, son niños frágiles en el
plano emocional. La estimulación ambiental –ruidos, movimientos, luces,
personas, etc.-- puede provocar que el niño sufra una pérdida de control. Es
necesario, por tanto, que nos mantengamos alerta respecto al niño y a todo lo
que le rodea, con el objeto de poder evitarle situaciones que le supongan
perder el control. Situaciones ruidosas o bullangueras, como las que se dan en
fiestas de cumpleaños o en recintos de atracciones, que resultan tremendamente
divertidas para la mayor parte de niños, son habitualmente muy estresantes para
el niño con un problema en su integración sensorial. Es posible que hasta la actividad del patio
del colegio o, incluso, la de su aula escolar le resulten igualmente demasiado
estimulantes. Por ello es conveniente que disponga, dentro de su clase, de un
rincón tranquilo al cual pueda acudir, retirarse, para recobrar la calma cuando
se sienta sobreestimulado y, así, evitar una crisis emocional, una pérdida de
control. Sencillamente, una mesa cubierta con una manta puede hacer las
funciones de casita de reposo, a la
cual el profesor podrá invitar al niño a ir a calmarse cuando éste se encuentre
sobreexcitado. Una vez establecido este lugar y dictaminada su función, el
propio niño podrá acudir a él de modo autónomo cuando sienta la necesidad de
hacerlo, cuando necesite tranquilidad, para rebajar su sobreexcitación. Es
fundamental que se respete el cometido de la casita de reposo y que no se convierta en un espacio más para jugar
o realizar otras actividades; el niño debe relacionarla únicamente con un lugar
de tranquilidad, con su pequeño refugio contra la sobreexcitación.
En cualquier caso, resulta
imprescindible que tanto padres como profesores sepan mantener la calma, ya que
constituyen un elemento básico del ambiente que rodea al niño. Si el niño llega
a perder el control, los castigos servirán solamente para empeorar su
autoestima. Lo primero es ayudarlo a recomponerse. El mencionado sitio
tranquilo, la casita de reposo, con
una manta favorita o un osito de peluche en su interior, puede proporcionar al
niño las estimulaciones calmantes que necesita. Algunos niños apreciarán que se
les abrace o que se les meza. Un paseo al aire libre, sobre todo si el día está
fresco, también puede ayudar.
Todo esto no significa que no se deba
disciplinar al niño que presenta problemas de integración sensorial. Un
programa de recompensas por buen comportamiento y retirada de privilegios por
comportamientos inadecuados es beneficioso para todos los niños. En el caso del
niño que tiene dificultad para controlar sus emociones y su nivel de actividad,
premiar las ocasiones en las cuales consiga mantener la calma lo ayudará y le
dará confianza en sí mismo. Pero hay que poner a su disposición estrategias
eficaces para ayudarle a conseguir su objetivo y colaborar con él en el
reconocimiento de su propio estado de alerta. Las terapeutas ocupacionales
Williams y Shellenberger diseñaron un excelente programa para enseñar a los
niños cómo ser más conscientes de sus necesidades sensoriales y cómo modificar
su estado de alerta utilizando actividades con alta carga sensorial.
Algunos niños son hipersensibles a los
olores y los ruidos ambientales, y la exposición a este tipo de estímulos puede
provocar una alteración en el comportamiento y el nivel de alerta. Es
conveniente eliminar, en la medida de lo posible, los ruidos que puedan
distraer al niño. Por ejemplo, una escuela de Montreal (Canadá) tuvo la feliz
idea de poner pelotas de tenis agujereadas en la base de todas las patas de las
mesas y sillas para eliminar el molesto ruido causado por el roce con el suelo.
Las ventanas y puertas abiertas pueden constituir otra fuente de ruidos que
distraen y sobreestimulan al niño con problemas de integración sensorial.
Debemos también controlar nuestra voz y procurar hablar suave y tranquilamente.
Ciertos olores, de alimentos, productos
de aseo o de limpieza, pinturas, etc. pueden ser estímulos francamente
desagradables para algunos niños. Evidentemente, es imposible controlar todos
los ruidos y olores ambientales, pero conviene ser consciente de que esos
estímulos pueden influir muy negativamente en el comportamiento del niño.
Para algunos niños hiperactivos la
proximidad de los compañeros puede ser una constante fuente de tensión.
Encontrarse en el medio de una fila puede representar una situación
extremadamente estresante. Colocarse en el último lugar de la hilera, desde donde
se pueden controlar las distancias con los demás, suele ser una eficaz manera
de reducir la tensión vivida por este tipo de niños.
El momento de las comidas, cuando
varias personas se sientan a la misma mesa, puede también constituir otro motivo de tensión. Dejar que
el niño coma en un extremo de la mesa ayuda a preservar su espacio personal y,
por tanto, a evitar crisis emocionales. Los comedores de los colegios, siempre
bulliciosos y llenos de gente, suelen resultar demasiado estimulantes para el
niño con problemas de modulación sensorial. Si no es posible que el niño
efectúe su almuerzo en su hogar tranquilamente, entonces es aconsejable que en
el comedor del colegio se le reserve el lugar más tranquilo, así como que se le
encuadre en el turno menos ruidoso.
Lo que más caracteriza el niño
hiperactivo es el exceso de movimiento, lo cual puede deberse a diversas causas. Dicho exceso de movimiento puede
ser causado, por ejemplo, por un déficit en los sistemas vestibular y
propioceptivo, responsables en gran parte del control postural, lo que hace que
al niño le cueste mantener su cuerpo erguido contra la gravedad y busque
continuamente apoyos de un modo u otro. Es frecuente que estos niños adopten
posturas de verdaderos contorsionistas mientras están sentados, envolviendo sus
piernas alrededor de las patas de las sillas, por ejemplo. Otros, sencillamente
no consiguen mantenerse sentados y se
caen a menudo de sus asientos. En estos casos, un tratamiento de Terapia Ocupacional
basado en la Teoría
de la integración sensorial suele ser eficaz para solucionar el problema. Hay otros
niños que necesitan una gran cantidad de estimulación (vestibular,
proprioceptiva, táctil) para mantener un nivel de alerta adecuado y buscan esa
estimulación a través del movimiento. En este caso, los niños afectados se
benefician, por ejemplo, de asientos que se mueven, de frecuentes actividades
deportivas, de muchas oportunidades para levantarse (ayudar al profesor a repartir
papeles, hacer recados, etc.) y, en general, de no pasar demasiado tiempo en
situaciones en las que el movimiento no está permitido.
En definitiva, el niño hiperactivo debe
ser considerado no solamente desde un punto de vista psicológico y médico, sino
también desde un punto de vista sensorial. La intervención del terapeuta
ocupacional es fundamental para determinar cuáles son los sistemas sensoriales
afectados, qué estímulos sensoriales alteran negativamente el comportamiento y
qué estímulos sensoriales pueden ayudar a mantener un nivel de alerta adecuado
para la interacción y el aprendizaje.
(
Isabelle Beaudry Bellefeuille )
Bibliografía:
BUNDY, A. C., LANE,
S. J., MURRAY, E. A. (2002), Sensory Integration: Theory and
Practice (2nd edition), F. A. Davis Company, Philadelphia.
ROLEY, S.
S ., BLANCHE, E. I., SCHAAF, R. C. (2001), Understanding
the Nature of Sensory Integration with Diverse Populations, Therapy Skill
Builders, San Antonio.
SENSORY INTEGRATION
INTERNATIONAL, INC. (1991), A Parent´s Guide to Understanding
Sensory Integration, Sensory Integration International, Torrance, CA.
WILLIAMS, M. S.,
SHELLENBERGER, S. (1996), How does your engine run?,
Therapyworks Inc., Alburquerque,
NM.
q buena columna de blog me encanta y mas porque estoy instruyéndome ya que tengo pacientes que presentan este tipo de déficit y los papas se encuentran en la negación.... muchas gracias ....
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